Villa Sant’Andrea

Poor and shabby. We arrived at the "hotel" following a good rating on AGODA. The hotel is located at a junction on the way to Siena. The definition of a hotel does not match the place, nor do the reviews. It is housed in an old building, feels like a roadside motel. The design, if you can call it that, is shocking. The place is old and not renovated, but shabby and shabby in terrible colors. It feels like arriving at grandma's house from the sixties. Everything is old and shabby. Not "vintage" but bordering on wretched. Noisy (on the road) very uncomfortable. Very unpleasant shower. We booked for two nights but gave up on the second night. We would have stayed the first night too if we hadn't been after a day of traveling and very tired. The description on the website does not match the place at all. There is a feeling of great disappointment. Too bad. I will also mention that it is very clean. (Despite the feeling that it is worn and used). There is no justification for the price. I am writing this with great regret.

Nice Tuscan Villa, only 10 minutes from city centre, easy parking and moving in and out of the city. The host are great, Cecilia and husband always available to help.

100/100 Nuestra estadía en Villa Sant’Andrea fue una experiencia transformadora. He dedicado toda mi vida a la hotelería de lujo, trabajando y alojándome en hoteles cinco estrellas alrededor del mundo. Sin embargo, en este lugar descubrí algo que va más allá de las categorías y las estrellas: la hospitalidad genuina. Chiara y María, anfitrionas excepcionales, logran transmitir una calidez y un cuidado que difícilmente se encuentran incluso en los hoteles más prestigiosos. Desde la suavidad y planchado perfecto de las sábanas hasta el desayuno preparado con pasión y esmero, cada detalle refleja amor y dedicación. La sencillez de sus platos está impregnada de autenticidad, convirtiendo cada bocado en una experiencia memorable. Esta vivencia me permitió confirmar algo muy valioso: un pequeño hotel, cuando está en manos de personas que aman servir, puede superar con creces la atención y el servicio de un hotel cinco estrellas. Porque lo que marca la diferencia no es el lujo de las instalaciones, sino el corazón que se entrega en cada gesto. Estuvimos solo una noche con mi hijo Agustín, pero nos marchamos con la sensación de dejar nuestro propio hogar. Gracias, Chiara y María, por recordarnos que la verdadera excelencia se mide en emociones, y no en categorías. Con mucho cariño Agustín y Marcelo.