Tài Khoản Khách
29 tháng sáu, 2024
Es un buen hotel. Un complejo con jardines bien cuidados que envuelven un lago, fuentes y surtidores, en un entorno casi mágico. Unas instalaciones termales de primera categoría y un personal atento y dispuesto. ¿Que pudo pasar para que, en la ultima noche de san Juan de 2024, sucediera lo que sucedió? Estábamos alojados desde hacia ya varios días y esperábamos, con ilusión la anunciada verbena en la terraza-jardín, con cena de lujo, musica en vivo, baile bajo las estrellas y un castillo de fuegos artificiales. Parecía que nada podía fallar en un establecimiento de esa categoría, y con larga experiencia en la organización de bodas y eventos varios. Las indicaciones al hacer la reserva especial para la verbena, previo pago de un suplemento, habían sido sencillas: A las 21 acudan a la explanada de la terraza-jardín, e indiquen su apellido al personal para que localice su reserva y les acompañarán a su mesa. La primera sorpresa fue vernos rodeados de mas de trescientas personas, en el enorme hall, que se quedaba pequeño, esperando pacientemente a que dos únicas jovencísimas “maitres”con más voluntad que experiencia, situadas con un pequeño atril en las puertas de la terraza-jardín, fueran buscando en una lista de papel, uno a uno, nuestros apellidos, para conducirnos a la mesa que teniamos previamente asignada. El proceso era tan extremadamente lento y tedioso que al cabo de veinte minutos o así, apenas se habrían acomodado unas veinte personas, mientras el resto permanecíamos apiñados, preguntándonos cómo era posible que nadie hubiese pensado otra forma mas racional de organizar aquello. Pero alli nadie parecía saber nada. Y los buenos modales y la corrección, que se esperaban en un perfil de público con un nivel general medio-alto, pronto sucumbieron, fruto de la incomodidad y de los nervios y ante la palpable evidencia de que, a ese ritmo, nos darían los fuegos artificiales sin ni siquiera haber sido sentados para cenar. Total que en esas estábamos cuando algunos descubrieron una segunda puerta cristalera, que accedía también al recinto y empezaron a colarse a por allí buscando acelerar, por la via de los hechos consumados, el proceso de ocupación de mesas, sin que nadie se lo impidiese ni controlase ese "escape” El caso es que el grueso de público, que nos amontonábamos alrededor de la otra puerta, viendo que nos adelantaban por la derecha y aprovechando que las dos “maitres” estarían perdidas en la explanada, superamos inmisericordes el pequeño atril que cayó al suelo, y así accedimos, primero con discreción y al final sin mucho miramiento, cada cual a ocupar alguna de las muchas mesas aun vacías, que se distribuian en el amplio recinto, fuera ese mesa o no la que nos tocase. Las estrellas, empezaban ya a asomar. Cuando, por fin acomodados, nos las prometíamos felices, vino el segundo capítulo: Una única línea de servicio de bufett, en la que todos teníamos que ir a por el primero, el segundo, el postre y finalment
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